El estado ácido en el organismo es una condición que refleja toxicidad y deficiencia. En el mundo moderno, estamos expuestos de manera creciente a una amplia gama de toxinas, ya sean de origen dietético, metabólico, ambiental, químico o vinculado al estrés. Estas sustancias encuentran refugio en nuestras células y envenenan gradualmente nuestro cuerpo. A pesar de ser imposible evitar completamente esta toxicidad, existen medidas que podemos tomar para minimizarla en la medida de lo posible.
Al mismo tiempo, nuestros cuerpos pueden encontrarse en un estado de deficiencia, caracterizado por la carencia de recursos vitales como nutrientes, agua, minerales y oxígeno. La solución radica en llevar nuestros organismos al extremo opuesto del espectro, hacia la alcalinidad, en contraposición a la acidez. Este proceso requiere un enfoque dual: la reducción de la toxicidad y la adición de nutrientes esenciales.
En otras palabras, se trata de eliminar lo perjudicial y agregar lo beneficioso. Este enfoque, en su esencia, es lógico y razonable.
Existen cinco fuentes fundamentales de exceso de acidez en el organismo, ¿te sientes afectado por alguna de ellas? Estas cinco fuentes de acidez son:
1.- El papel de la alimentación
Una gran cantidad de personas sigue una dieta predominantemente ácida. Cuando hablamos de “ácida”, nos referimos a una dieta que resulta en la formación de ácidos durante la digestión de los alimentos, generando sales ácidas peligrosas como subproductos. Esto somete al cuerpo a un esfuerzo considerable para eliminar rápidamente estos ácidos.
Sorprendentemente, el 80 % de la dieta típica en América del Norte es de naturaleza ácida, cuando en realidad debería ser alcalina en un 80 %. Consumir lácteos, proteínas de origen animal, bebidas gaseosas, café, y diversos tipos de té, todos estos se metabolizan como ácidos dañinos. Por ejemplo, el consumo de azúcar conduce a la producción de ácido láctico, mientras que la fructosa, quizás uno de los azúcares más perjudiciales, da lugar a ácido úrico, que está relacionado con la gota, problemas renales e incluso la diabetes tipo 2.
El consumo de cereales, especialmente el trigo, produce ácido sulfúrico. Tés y café contienen cantidades significativas de ácido tánico. Las grasas poco saludables generan ácido acético y ácido láctico. Las bebidas carbonatadas presentan niveles elevados de ácido fosfórico, y el agua con gas, una bebida que puede sorprender por su contribución a la acidez, crea ácido carbónico. Incluso el consumo de carne de res produce ácido sulfúrico, ácido fosfórico y ácido nítrico, todos ácidos peligrosos que el organismo debe eliminar de manera inmediata a través de los riñones.
Estos ácidos altamente tóxicos suelen almacenarse en el tejido adiposo, actuando como amortiguadores para proteger al cuerpo de sus efectos nocivos a corto plazo. Sin embargo, si estas toxinas persisten durante un período prolongado, comenzarán a corroer y dañar los tejidos. Para evitarlo, el cuerpo debe esforzarse en eliminarlos rápidamente, pero antes de poder expulsar estos ácidos, es necesario neutralizarlos con la ayuda de minerales alcalinos, lo que ayuda a prevenir un mayor daño.
2.- Los ácidos metabólicos, ¿amigos o enemigos en tu salud?
A lo largo del día, el cuerpo produce ácido de forma natural, a pesar de ser alcalino por naturaleza. Esta producción de ácido es una parte normal de la vida diaria, y la eficacia con la que el organismo es capaz de eliminar estos ácidos está directamente relacionada con la salud. El ácido úrico es eliminado a través de los riñones, mientras que el ejercicio físico produce ácido láctico y la simple respiración libera ácido carbónico.
El organismo cuenta con un sistema regulador complejo para neutralizar los ácidos metabólicos diarios. Sin embargo, debido a la acidez acumulativa provocada por la dieta y el entorno, así como el estrés y las toxinas metabólicas, hemos agotado completamente las reservas naturales de minerales con las que nacimos.
3.- Los ácidos ambientales y su impacto en el organismo
Nuestro entorno es profundamente tóxico, tanto en la naturaleza como en nuestros propios hogares y productos. Campos electromagnéticos emanan de nuestros dispositivos electrónicos, cables eléctricos y microondas, y junto con las sustancias tóxicas que liberan, nuestro entorno natural también contiene una variedad de toxinas. Por ejemplo, el suministro de agua, que generalmente se considera un recurso seguro, puede contener rastros de medicamentos como el Prozac y las píldoras anticonceptivas.
Sorprendentemente, estos fármacos llegan al suministro de agua a través de la orina de quienes los consumen. Además, el bisfenol A presente en las botellas de plástico de agua es una sustancia cancerígena peligrosa, y el agua del grifo tampoco es segura. Según un estudio de tres años realizado por el Grupo de Trabajo Ambiental, que incluyó veinte millones de pruebas de calidad del agua potable, se encontraron trescientos dieciséis contaminantes conocidos en el agua del grifo.
El aire que respiramos tampoco es inmune, ya que inhala humos nocivos y carcinógenos provenientes de fábricas y tubos de escape de vehículos, así como una multitud de otras toxinas peligrosas. El oxígeno, vital para el cuerpo, es utilizado principalmente para neutralizar los ácidos y las toxinas y eliminarlos, pero el aire tóxico proporciona niveles insuficientes para llevar a cabo esta tarea de manera efectiva.
Si se considera que el aire interior de nuestros hogares es más seguro, cabe reflexionar al respecto. Pasamos al menos un tercio de nuestras vidas en casa, pero según la Agencia de Protección Ambiental, el aire interior suele ser hasta setenta veces más tóxico que el aire exterior contaminado. En promedio, un hogar contiene entre quinientos y mil productos químicos, muchos de los cuales son indetectables para los seres humanos debido a que no podemos verlos, olerlos ni detectar su sabor.
La desgasificación de los retardantes de fuego en muebles, colchones y alfombras, así como el barniz utilizado en los armarios y las cortinas de la ducha, contienen policloruro de vinilo (PVC), que incluye una variedad de productos químicos tóxicos. Estas toxinas, en conjunto con otras presentes en productos cotidianos, ejercen un efecto acumulativo perjudicial en el cuerpo.
4.- Sustancias químicas ácidas, debes proteger tu salud
Otra consideración importante son las sustancias químicas que ingerimos y absorbemos, a menudo de manera voluntaria. Los antibióticos son uno de los principales enemigos de nuestro sistema de defensa natural, seguidos de cerca por el tabaco, el alcohol, otros medicamentos y sustancias ilegales.
Además, muchas de estas sustancias químicas se encuentran en productos de cuidado personal y objetos cotidianos. Incluso los desodorantes que usamos a diario contienen aluminio, lo que es especialmente preocupante para las mujeres debido a su proximidad al tejido mamario y el posible aumento del riesgo de cáncer. Nuestro entorno en su totalidad es un reflejo de esta realidad tóxica.
Por tanto, debemos prestar atención y esforzarnos al máximo para contrarrestar las sustancias ácidas presentes en nuestro entorno. La elección de productos orgánicos no solo en la alimentación, sino también en el hogar y el cuidado personal, se convierte en una necesidad imperante, ya que nuestra salud está en juego y merece ser cuidada de manera adecuada.
5.- El estrés y su vínculo con la acidez corporal
El estrés mental y emocional que enfrentamos en la vida moderna supera en gran medida los efectos de lo que consumimos o bebemos en términos de su contribución a la acidez en nuestro cuerpo. Nuestro estilo de vida actual genera un estrés diario que imita la antigua respuesta de “lucha o huida“, en la que las glándulas suprarrenales liberan cortisol, causando un impacto negativo en nuestro organismo.
Si bien esta respuesta fue ventajosa en el pasado cuando debíamos huir de depredadores, en la actualidad enfrentamos el estrés mientras estamos sentados en escritorios y hablando por teléfono. Curiosamente, no utilizamos el cortisol liberado para huir y salvar nuestras vidas; en cambio, lo utilizamos para dañar nuestras defensas corporales.